martes, 27 de marzo de 2012

Fluir de la conciencia procrastinadora

Procrastinar (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro) se ha vuelto para muchos una verdadera vocación, con una dedicación tan fuerte que se contradice con el propio sentido de la palabra, el dejar para mañana lo que puedo hacer hoy, o para más rato, te envío el mail mañana, llamame y coordinamos, tranquilo si hay tiempo se han vuelto muletillas comunes en el discurso de muchos, pero como en todo, hay algunos que llevan esta vocación un paso más allá como es el caso suscrito.
Año 2009 y nos encontramos frente a uno de las tantas evaluaciones de lectura de un ramo referido a la historia de Chile en una conocida universidad del país, el sujeto en cuestión tiene frente a él una hoja en blanco y su mente en iguales condiciones… no ahondaremos si es por culpa de algún trago espirituoso, hierba sacrosanta o cadera cadenciosa  pero la verdad es que no leyó el texto aludido y por lo tanto no tiene idea del cuestionamiento que le plantean, su capacidad de improvisación se ve puesta a prueba (nuevamente) pero antes de eso el debe ser fiel a su vocación, y en un reflejo casi Pavloviano frente a la presión, toma la hoja y el lápiz para escribir lo que leeremos a continuación, sabiendo que la pregunta que será evaluada puede responderse “en un rato más”.

Que escribir cuando quieres que parezca que escribes algo útil. Podría ser un cuento fantástico, y así argumentar que tu imaginación e dominó y te fue imposible definir un Quiñelob, o bien pudiese ser una poesía que verse del imaginario, que invoque la belleza de cada cosa, y así decir que la banalidad del Zoroastro te repulsa y no bajaras de tu nube por una simple prueba, o por último una canción inspirada en la poligamia, tal vez con ritmo de Bossa para que guste a los intelectuales y así alaben tu talento Boccara.
O simplemente podrías mentir, y escribir como si la noche anterior te hubieras tomado un Machiatto con el autor, y que éste te explico su obra prácticamente con manzanitas. O mejor citar a otro autor, alguno que te suene de aquellas conversaciones seudo-intelectuales en algún bar con música de Bjork de fondo…
…LEVI-STRAUSS, ¡sí!, Ese seudo dios de tu amigo antropólogo es perfecto, escríbelo su nombre y luego trata de recordar que dijo -hay algo más que unos jeans con su nombre- ya te vino una idea vaga, ¡perfecto!, englóbala en un concepto, escríbelo y finalmente ya tienes una flamante teoría que avale tus balbuceos inconducentes.
Y así, luego de una salida al baño, entregas un ensayo que siempre y cuando los astros se alineen, se te cruce un gato blanco y tu profe sufra una embolia… te dará una nota satisfactoria.